miércoles, 8 de abril de 2009

LA SILLA VACÍA

Shhh… No digas nada, ven, acércate… Cierra la puerta y no temas, no hay nadie en la casa, si es eso lo que te preocupa… Arrímate… mira, ¿las reconoces? Son del bar de la esquina, ¿te acuerdas?... las pedí prestado al dueño, sí, la mesa y las dos sillas, las mismas que usábamos en nuestras largas charlas con un café de tres tragos… Como ves, está todo oscuro, no quiero que nada ni nadie nos distraiga. Siéntate frente a mí, quiero ver cómo se refleja la luz de la vela en tu rostro… destellos naranjas iluminan tus ojos brillantes, la sombra de tu nariz se dibuja en tu mejilla dorada… y tu boca… ah! tu boca, con esa mueca del lado izquierdo que sólo yo sé reconocer. Delante de ti, desnudo mi alma, trato de decir lo que nunca dije por cobardía quizás, o por temor al rechazo o al ridículo. Sí, ahora, aunque sea tarde, qué importa. Sabes, desde ese día, me enamoré de ti y te amé como nunca nadie te amó, ni nunca nadie te amará jamás. ¿Te sorprende? Claro, cómo no va a sorprenderte, si jamás te lo dije. Qué te ibas a imaginar que alguien como yo se fijara en alguien como tú… pero, ya ves cómo es la vida. ¡Qué lástima! Ya es demasiado tarde… Dirás… por qué no lo dije antes, por qué recién ahora. Shhh… Déjame hablar, quizás sea la única oportunidad que tenga para hacerlo, después… ¡quién sabe qué vendrá después! No, no te levantes, no te vayas, espera un momento más. Quiero disfrutar de este instante… quiero ver cómo se transfigura tu rostro asombrado, quiero ver tus manos aferradas a la taza de café… una cucharadita de azúcar, no? Tómalo antes de que se enfríe. Escucha… no comprendo tu actitud… por qué has decidido marcharte, si estábamos tan bien… justo ahora que comenzábamos a entendernos, a conocernos, a pesar de nuestras diferencias. Pero… si todos lo dicen, ha de ser verdad. Qué lástima que no acudiste a mí antes de tomar esa decisión, qué fue lo que ocurrió que no me enteré… No quiero que te vayas, no me dejes en esta habitación oscura, con tu silla vacía y tu café sin beber… La vela se está consumiendo en esta larga espera… sus últimos estertores dibujan sombras alocadas sobre las paredes del cuarto… no me dejes sin explicaciones… no te escucho… acaso no estás aquí? Yo pensé… no sé qué pensé… la silla todavía está vacía junto al café con una cucharadita de azúcar, todavía no has venido, no me dejes sin respuestas… Todo está oscuro, el pabilo está quemado y no hay más destellos, no veo tu rostro ni tus manos, acaso no estás aquí… acaso no has venido y he quedado entre las tinieblas y la incertidumbre de la espera… No abrirás la puerta ni te sentarás en la silla que preparé para ti… no podré decirte que te amo, ni que te espero… ni podré mirar tus ojos con ese brillo incandescente… La silla ha quedado vacía… el café ya no humea y la oscuridad me invade…


Gloria Brandán
Marzo de 2009.

No hay comentarios: