miércoles, 8 de abril de 2009

CARTA DE UNA MUJER A OTRA

Perdona, hermana mía, si te digo que mujer has nacido como yo y como todas las mujeres del mundo. Y eso no es malo, al contrario: es lo mejor que te podría haber sucedido.
No importa el lugar, las costumbres, la época y la sociedad que le tocó vivir, la mujer es mujer aunque alguna se empeñe en repudiar su condición. Somos muchas, y me animaría a decir la amplia mayoría, las que no vamos por la vida protestando ni levantando banderas en contra del sexo opuesto. Pero ¿dónde se ha visto semejante estupidez? Las mujeres de hoy, de ayer y de todos los tiempos coincidimos en nuestra forma de pensar con respecto a los hombres. No hay duda de que todas, absolutamente todas, hemos sido hechas con el mismo molde: la famosa costilla de Adán.
Pero, ¡qué equivocadas estamos! ¿Cómo pretendemos vivir solas y autoabastecernos sin tener un hombre al lado a quien reprochar, controlar y dirigir, dar de comer, lavarle la ropa, hacerle un cariño (y algo más, por qué no), coserle los botones de las camisas, mandarlo a que se bañe, al peluquero, pedirle que se afeite, que vaya a trabajar y que no vuelva tarde, que nos lleve al cine, al teatro, a cenar…? Qué mejor ejemplo que nuestra primera antecesora: ¿No fue la primera mujer quien le dio una manzana en la boca a su hombre? ¿Acaso no fue el primer hombre quien se dejó poner la manzana en la boca y aprovechó la ocasión para dar un mordisco y quién sabe qué otra cosa más?
Controlar todos y cada unos de sus actos y movimientos sin que se dé cuenta, y por sobre todas las cosas, que satisfaga sus caprichos, es lo que a la mujer la hace mujer. Y no quiero entrar en más detalles como la maternidad, la crianza de los hijos, frutos del amor entre hombre y mujer, la posibilidad de hacer más de una cosa al mismo tiempo, escuchar varias conversaciones, elegir el perfume predilecto, el de ella… y el de él. Amar a un hombre y sentirse amada, ¿no es lo que más le gusta a la mujer?

Perdona, hermana mía, si te digo que es hora de que nos pongamos de una vez por todas… la pollera, nos ajustemos bien el cinturón a la cintura, mostremos nuestras piernas, no importa cómo sean, nos bajemos los escotes e insinuemos lo poco o mucho que la Madre Natura nos ha regalado, nos maquillemos los ojos y los labios de rojo carmesí, escondamos nuestras canas y, con dos gotitas de perfume, sigamos seduciendo al hombre que tenemos a nuestro lado.
¡No perdamos tiempo! Hagámoslo antes de que el hombre que tenemos a nuestro lado se nos escape por la ventana de nuestra aburrida vida de mujeres feministas.
Gloria Brandán
16 de abril de 2008

No hay comentarios: