lunes, 26 de octubre de 2009

PICHU

-Tu voz vibra en mi interior, me llega al alma.
-Gracias, Pichu, eres muy amable, pero no creo que sea para tanto.
-Sí lo es y así lo siento en lo más profundo de mi ser.
Un apretado abrazo selló el sincero y emotivo cumplido.
-¿Sabes cómo aprendí a reconocer el ritmo de la chacarera?
-No, Pichu, si quieres contarme…
-Un amigo de mi padre, Pampero, bombisto por convicción propia, palmeaba mi espalda con su mano marcando el ritmo: tum… tumtúm… tumtúm… y así lo entendí, mejor dicho, así lo sentí en mi cuerpo por primera vez. Claro que en ese entonces yo era muy chico, pero ahora que soy más grande y veo cómo mi padre y sus amigos disfrutan cuando cantan y bailan al ritmo de las guitarras, y percibo en mi interior el repiqueteo del bombo, me siento profundamente feliz y agradecido a Pampero que me enseñó los primeros pasos con la música de mi tierra.
-Pichu, ¡qué hermoso es lo que me cuentas!
Pichu me relató con tanta naturalidad y alegría sus primeras experiencias sonoras, que me invadió una indecible ternura.
Pichu cantaba, conocía todas las letras, tocaba el bombo golpeando los parches, tum… tumtúm… tumtúm… en perfecta armonía con las guitarras y los cantos.

-Quiero que cantes de nuevo, pero ahora aquí, a mi lado, así podré escucharte.
Los primeros acordes de una zamba brotaron de la guitarra. Las manos de Pichu tomaron los palos, sus brazos rodearon el bombo y, como si fuera un tierno niño, lo colocó sobre sus piernas. Un repiqueteo a tiempo con la guitarra y mi voz dio inicio a la zamba.

No recuerdo haber cantado con tanta emoción alguna vez. La mirada de Pichu sobre mis labios, leyendo cada palabra; el bombo junto a su pecho haciendo vibrar en su interior el sonido del monte y mi voz que le llegaba al alma…
Al terminar mi canción, Pichu se acercó a mi oído y me dijo con perfecta dicción:
-No sé si sabes que soy sordo.

Gloria Brandán
14 de julio de 2008.

No hay comentarios: