lunes, 17 de septiembre de 2007

AZUL

La calidez de la arena y el murmullo del oleaje eran una canción de cuna para sus oídos. Poco a poco sus músculos se iban relajando y acomodándose en la suavidad de la playa. Sus párpados le pesaban hasta vencer sus ansias de admirar el atardecer, lejos de todo ruido, lejos de todo.
Una gran ola la levantó sobre la cresta y la condujo hacia las profundidades del mar. Un lugar totalmente desconocido y a la vez de una belleza extraordinaria se abrió ante sus ojos; se sentía feliz. Su aleta verde azulino comenzó a moverse lentamente de un lado hacia el otro; los brazos se mantenían a los costados de su ágil cuerpo; ni siquiera era necesario moverlos. La frescura del agua en su rostro. La larga cabellera dorada le acariciaba su espalda desnuda. Estaba en su mundo, en su hábitat: el fondo del mar.
Mientras más agitaba su aleta, más rápido se deslizaba. Nadaba sin esfuerzo alguno, sintiéndose libre, por lugares increíbles, por cuevas azules que la conducían a extraños parajes nunca imaginados. El agua cristalina le producía una extraña y agradable sensación de placidez, de libertad, de paz. Algunos peces la saludaban a su paso, otros la seguían como un gran cortejo al grito de ¡viva, viva! Los rostros de los peces le resultaban familiares, mas ella no le dio importancia a ese detalle; siguió meneando su aleta verde azulino adentrándose cada vez más en el mar azul, hipnotizada, como si el llamado de alguien retumbara en su interior. Cada vez eran más los peces que la seguían vitoreándola a su paso. Se deslizaba en el agua en un profundo éxtasis. Una melodía suave invadía sus oídos, atrayéndola hacia un maravilloso y brillante castillo azul. A medida que se aproximaba, lejanos golpes cobraban más fuerza y más potencia, mas la melodía la imantaba y la seducía.
Todo era azul. Azul como el mar. Y allí, el maravilloso y brillante castillo azul.
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Su aleta ya no se mueve con tanta agilidad; el aire comienza a escasear y cada vez es más difícil mantenerse bajo el agua. Escucha fuertes golpes y ruidos estridentes. La música se desvanece junto con el castillo azul, las cuevas, el cortejo de peces, su aleta verde azulino… y el mar.
Las piernas se mueven con desesperación; sus brazos se agitan y su rojo cabello ensortijado le tapa los ojos. La espuma no la deja respirar.
Los golpes se convierten en gritos; los gritos en alaridos y los alaridos en llantos. Sus hijos golpean la puerta del baño, llaman, gritan, lloran. Rápidamente sale de la bañera y sus pies resbalan en el piso inundado con agua jabonosa.
Su vida real ha regresado.
Su sueño de sirena se ha desvanecido como el brillante y azul castillo del fondo del mar.
Gloria Brandán

1 comentario:

Mecha Novillo dijo...

¡Es tan bueno, Gloria!
Ese final inesperado, ese brusco caer en la realidad es digno del mejor de los cuentistas.
Y el título está perfecto.